“Acabar con la cultura del aguante femenino, poner de moda la cultura del buen trato y construir colectivamente una ética del amor que nos permita aprender a queremos bien”. Coral Herrera.
Esta frase apareció en mi muro de Facebook luego de que, revisando entre mis mensajes, me percatara de uno en particular que iniciaba con un: “Hola Yael, sé que no me conoces y mi intención no es para nada agredirte”…
Me dio curiosidad y lo leí; en efecto el mensaje venía de una chica que no conocía, pero sí conocía a una persona cercana a ella, muy cercana, un pseudo-hombre, quien le refirió que supuestamente un par de años atrás -mientras sostenía una relación con ella- él y yo habíamos tenido una relación; por supuesto esto era falso. Pero ella, creyó en su palabra, como muchas lo hemos hecho.
A pesar de lo anterior, me llamó la atención que a lo largo del mensaje, la chica hacía énfasis en palabras como: perdón, me avergüenzo, sé que tú no sabías que tenía novia, él me dijo, sólo deseo un apoyo de mujer a mujer. Mientras yo continuaba leyendo las líneas que escribió, pensaba cosas como ¿Por qué es ella quien se disculpa?, ¿Vergüenza?, ¿Quién carajos es ese wey?.
Tras hacer un poco de memoria, caí en la cuenta de que el tipo y yo, por mucho, llegamos a establecer un par de charlas, hicimos el servicios social juntos pero jamás estreché el vínculo, y para ser honesta, ni siquiera lo recordaba bien. Lo que recuerdo es que en efecto, él estaba con alguien más, una chica que también era parte del grupo de servicio social, pero decidí concentrarme en quien me escribía al otro lado del monitor, ella tenía razón, éste no era un asunto entre él y yo, o entre ella y él, era un asunto de apoyo a otra mujer; en sus palabras: “tenía que aclarar monstruos en su cabeza”.
En mi respuesta de vuelta, confirmé lo anterior y agregué que, independientemente de que estuviera con él o no, me pareció que era una mujer valiente e inteligente al no haberse quedado con dudas, con la versión del tipo o incluso con culpas, y que además era admirable que lo hubiese hecho de una manera poco común -sin violencia- ¡Qué jodido que esto sea lo común!
Y es que, si bien era cierto que yo no la conocía; también lo es que muchísimas mujeres pasan por situaciones similares a lo largo de su vida; pero el “aguante femenino” nos lleva a reaccionar de manera irracional y lejos de entendernos o colocarnos en los zapatos de la otra, nos vemos inmersas en una lucha constante por obtener un “premio”, el premio de aquellos hijos de puta que pensábamos se habían perdido para siempre y nos olvidamos de amarnos, de querernos y de respetarnos a nosotras mismas y a las otras.
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