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Cuando el trabajo te paga, pero te apaga…

Foto del escritor: yaelcayetanoyaelcayetano

Actualizado: 18 abr 2023

Quiero empezar por señalar que reconozco el lugar de privilegio desde donde externo lo siguiente. Ojalá que ese fuera el dilema del común: elegir entre un trabajo bien remunerado, en el que el corazón nomás no gira, o lanzarte por un trabajo que te apasiona, pero que remunere poco, o incluso nada.


En mi visión del mundo ideal, no existe el capitalismo, pero mientras siga existiendo, las decisiones personales/laborales se tornan cada vez más difíciles, porque hay que ser realistas: resulta muy difícil sostener una vida digna sin capital.


La generación previa a la mía, juzgaría y reclamaría el hecho de que quienes pertenecemos a esta, cambiemos tan pronto de trabajo, que prefiramos viajar a ahorrar para comprar una casa, pero ¿no les pasa que a duras penas pueden con los gastos cotidianos?. Además, muchas personas hemos decidido no tener hijas o hijos; por tanto, no concebimos el hecho de “dejar” un patrimonio (¿para quién?). Nosotras no podremos jubilarnos como en generaciones pasadas lo hicieron, o lo harán; algunas ni siquiera contamos con seguridad social y mucho menos con seguridad de y ante la vida.


Por otro lado, admiro a las nuevas generaciones que nos están demostrando que es posible crear formas distintas de hacer dinero (¿sin trabajar?). Los acalorados debates sobre esto los dejamos para después. El punto es que, desde mi percepción, están rompiendo algunas brechas, e incluso un muy reducido porcentaje ha podido desmentir las estadísticas, hasta ahora existentes, que decían que llevaría hasta once generaciones superar la pobreza. El enlace aquí: https://www.eluniversal.com.mx/cartera/dejar-pobreza-en-mexico-toma-hasta-11-generaciones


Entonces, ¿cuál es la mejor forma de relacionarse con el binomio trabajo-dinero?, ¿dejamos los sueños y deseos o nos aventuramos, y en una de esas, sí la armamos?


Para tratar de responder esta pregunta, me hice un recordatorio de cómo ha sido mi vida laboral: inicié cuando tenía dieciocho años en un call center del cual me corrieron; el segundo empleo fue en un despacho corporativo, en el que a pesar de que solo iba cuatro horas, lo pasaba fatal, era un lugar muy cliché en el que no encajaba, lo sabía y se sabía; renuncié.


Llegué a mi tercer trabajo, el primero en el ámbito derechohumanero, como prestadora de servicios profesionales, o sea sin paga, pero en menos de un mes, supe que era mi lugar. Luego tres meses y de chingarle harto, los astros se alinearon y me dieron chance de quedarme (esta vez, con paga), permanecí ahí durante casi siete años. Aquí, quisiera detenerme a señalar lo bueno y bonito que me trajo ese lugar, en primer lugar, me permitió salir de una depresión de la chingada; logré incidir profesionalmente en cosas por las que creo que valen la pena luchar; pude profesionalizarme y estudiar una maestría; salí del clóset feminista; pude independizarme; conocí a gente increíble; sentía que aportaba algo a la sociedad; me sentía muy feliz, agradecida y valorada; pude juntar la pasión con un ingreso decente.


Renuncié porque el trabajo ya no cumplía mis expectativas y porque me dieron la gran oportunidad de incidir y trabajar por una de las razones principales por las cuales me dedico a la defensa de los derechos humanos: que las mujeres podamos vivir vidas libres de violencias. El trabajo era el deseado, pero no era el lugar indicado; luego de dos años, renuncié con la idea de algo mejor.


Desde hace ocho meses estoy en una organización de la sociedad civil, la cual, solo para resumir, me paga pero me apaga... Últimamente le había dado muchas vueltas a algo que me prometí hace diez años: según yo, jamás aceptaría un trabajo que no me apasionara, aunque me pagara bien. ¡Vaya pensamiento idealista e ingenuo!. Hoy, renuncié…


¿Y a ustedes el trabajo les paga, les apaga, les enciende? ¿Cómo se relacionan con el trabajo? Cuéntenme.

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