top of page

De posgrados y crisis

Foto del escritor: yaelcayetanoyaelcayetano

Actualizado: 18 abr 2023

Muy parecido al aullido de Ginsberg, mis compañeras del posgrado y yotambién aullábamos. Entre miedos, angustias, autoexigencias, expectativas y tremendas ansiedades. 


Mientras cursaba el primer año de la maestría, leí un artículo que hablaba sobre el síndrome del impostor, hasta entonces, no había escuchado tal concepto, pero vaya que lo había vivido durante casi todos mis años de estudio -y en lo profesional-.  Ingresé a la maestría en Derechos Humanos y Democracia llena de dudas. La primera saltó desde el momento en que me cuestioné si debía aplicar o no, me sentía insegura de entrar a un posgrado que, hasta donde sabía, tenía un alto grado de exigencia; y así durante casi todo lo que ha durado… ¿y si no me aceptan?; ¿y si no tengo el nivel?; ¿qué tal que mi promedio no es suficiente?; ¿qué tal que el examen lo hice horrible?; ¿qué tal que no entendí nada?; ¿y si mi tesis está súper mal escrita? y así, la mente todo el tiempo… La autoexigencia está cabrona en estos tiempos, “el proceso de tesis es un proceso muy solitario”, me recuerda constantemente mi tutora. Hubo semanas en las que me sentía especialmente agotada, frustrada, enojada, y con ganas de mandar todo por la borda. En una ocasión, cuando el agotamiento seguramente acabó con mis defensas, la fiebre me despertó a las 4 de la mañana, tardé un par de horas en conciliar nuevamente el sueño, y con ello caí en el inmenso sopor. Pasé de de cerrar los ojos, a la etapa del sueño en segundos; ahí escuché la voz de mi tutora una y otra vez en mi cabeza, me explicaba de qué iban las benditas matrices, sus ideas y me compartía sus saberes, pero eran demasiadas cosas las que me decía, y que yo no lograba comprender ni articular. Meses después, tras la sugerencia de mi psicóloga sobre plasmar mi sentipensar en esos momentos, empecé este texto. En aquel entonces, me encontraba escribiendo tres exámenes, investigando para la tesis, leyendo de todo, y me esforzaba demasiado por construir el informe que pretendía dejar el 50% de mi tesis realizada; por supuesto, no lo logré y estallé.  Las cosas se complicaron llegando al quinto trimestre; renuncié al trabajo en el que permanecí durante seis años, ese espacio que me formó como defensora de derechos humanos, el espacio en el que aprendí de tantas personas, y en donde construí el camino que me llevó al posgrado. Decidí renunciar porque ya no sentía la misma pasión con la que inicié, simplemente, ya no era mi lugar.  Me sentía exhausta, física e intelectualmente. Con ello, vino la privación de las fiestas, de las reuniones familiares, de las citas con amistades para cenar, aquellos meses enteros sin ver a quienes amo. Durante ese trimestre, tuve un fuerte bloqueo mental que no me permitía empezar a escribir la tesis. ¡Pinche autoexigencia!  En esos momentos, sentía que era la única que no podía con todo el estrés, con las dudas y con la sensación de impostora; pero un buen día, gracias al valor de un gran compañero, muchas personas nos sentimos identificadas. En el chat grupal se leían frases como: “he tenido varias crisis como esas estos últimos dos trimestres”; “creo que tengo una de esas depresiones ocultas porque estoy angustiada todo el tiempo, me cuesta dormir, despierto asustada y me siento agotada todo el día”; “yo ayer pensaba que mi salud ya se veía perjudicada: me duelen dos dedos […] me da depre estar pegada a la compu y no tener tiempo. El estrés me ha traído mil complicaciones… Y luego veo lo que me falta: no voy a alcanzar de tiempo!!! Y vuelvo a repensar: valdrá la pena…?”; “Mi vista está horriblemente desgastada”…  ¡Mierda! ¿En qué nos habíamos metido? Yo solo sentía más ansiedad… Tuve regaños de la familia por haber descuidado mi salud y de gente en el nuevo trabajo que me pedía dormir lo suficiente. Tuve también consejos invaluables de personas muy cercanas que habían pasado por la misma maestría (en un proceso más cabrón, me atrevería a decir).  Pero quienes más me ayudaron y motivaron fueron mis compañeras y compañeros, principalmente ellas, a decir verdad. Los mensajes de ellas en el mismo chat grupal rezaban: “Ya llegamos muy lejos para rendirnos”; “han sido meses difíciles pero creo que ya poco a poco vamos saliendo, un día a la vez”; “Sí ayuda saber que no somos la única persona que se siente medio inútil en esta situación”.  Yo misma dije que sentía que “no daba el ancho”, y una gran amiga me respondió: “no estás sola. El miedo y sensación de no dar el ancho es más común de lo que pensamos. Y el síndrome del impostor al mil”; varias de nosotras nos sentíamos igual. Hablar con mi tutora, además, me hizo comprender muchas cosas. Es cierto que el género nos atraviesa hasta en estas situaciones, ¡qué jodidio!.  Mis compañeras tenían sensaciones y pensamientos parecidos a los míos; sentíamos que no éramos lo suficientemente buenas, sentíamos culpa por descuidar a nuestras amistades y a nuestras familias. Mis compañeros, por otro lado, casi no se compartían, se reservaban más; no dudo que no fuera/sea difícil para ellos, pero su manera de lidiar con las vicisitudes es distinta. Luego de analizarlo, desde el género, recordé la frase de Emma Goldman: “Si no puedo bailar, no es mi revolución”, fue hasta entonces que caí en cuenta que no entré a esta maestría para sufrir, cuesta un chingo, ¡Claro!, nadie dijo que fuera fácil, pero también aprendí a identificar las cosas que sí hago bien. Aprendí a reconocer y a tomar en cuenta los comentarios que mis compañeras y tutoras me hacían sobre ser una buena estudiante; las palabras de mis amigas diciéndome que era una chingona; y no lo voy a negar, a veces me cuesta demasiado creérmela, pero quiero hacer extensivas estas palabras a mis compañeras, ¡todas son unas chingonas!. Las admiro a todas y admiro su fortaleza; admiro que luchen todos los días por defender los derechos humanos; las admiro por elegir no quedarse calladas, las admiro por resistir. Admiro que sean las mejores mentes de mi generación…






5 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo
Escisión

Escisión

La chamarra de mezclilla

Hace unos años, cuatro para ser exacta, me encontré con la chamarra de mezclilla más perfecta. Estaba en rebaja y era de una marca que,...

Comments


Publicar: Blog2_Post

©2021 por Mi Sitio. Creada con Wix.com

bottom of page