Navidad. Esta noche decidí sentarme a escribir, tenía una deuda pendiente conmigo misma de plasmar los acontecimientos y sentimientos que los últimos meses del año me regalaron, sé que no lo lograré del todo, porque sigo guardando muchas cosas solo para mí. Aun así, aquí estoy, acompañada de un par de mezcales que había estado guardando para un momento demasiado especial y este lo es.
Mientras decido darle paso a la siguiente bocanada, me invade la duda y hasta la culpa sobre dar registro y dejar fluir las palabas…
Confieso, desde ya, que me costó mucho llegar a este momento. Inicié el año llena de expectativas, ilusiones y sueños. Muchos de ellos no pudieron ser; tuve que aceptar que la persona con quien pensé permanecería hasta ahora, y quizá mucho tiempo después, no deseara estar más.
Buscar respuestas donde simplemente no las había, trajo como siempre la compañía de la ansiedad, la angustia y la desilusión. Sufrí, vaya que lo hice. Las rupturas, por muy amorosas que sean nunca son fáciles, ¡Maldita idea del amor romántico!
Poco tiempo después de la ruptura, alguien me compartió una joya de canción: Desapego se llama. Es de esas canciones que te erizan la piel, con lírica tan intensa que sientes que estaba destinada para escucharla en el momento preciso. La frase inicial reza: “No es fácil quedarse solo…”. Y no, no lo es, no es fácil quedarte sola cuando la persona a quien confías el todo, a quien amas con todas sus manías y bondades, a quien escuchas casi a diario en sus pasiones y desilusiones y con quien compartes un gran amor y cariño, es quien tiene en sus manos el designio de no continuar. No es fácil dejar de verle, de extrañarle o de pensarle; mucho menos dejar de amarle…
La canción continúa: “Si sientes que pierdes todo, el desapego es el modo…”. Para mí, el desapego llegó cuando me descubrí deseando que esa persona estuviera bien, casi todos los días, al despertar (no es que le deseara mal, simplemente no comprendía los cómos ni los porqués), pero hasta entonces supe que estaba lista para sanar.
Resulta curioso que a la par del cierre de cuatro años, vinera también el cierre de ocho años atrás. Una declaración de amor que vino casi como una revancha directamente proporcional al dolor desencadenado en ese entonces. Hasta ese momento caí en cuenta de cuán especiales podemos llegar a ser para las personas con quienes compartimos y nos compartieron tanto. El desapego, en ambos casos, fue el modo.
Tras dichos sucesos, y otros más, otra yo empezó a cobrar forma. Una aún más feliz y libre. Ahora solo deseo que para el próximo año me reencuentre con el amor. El amor a mí misma…
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