De manera insistente, osamos juzgar, criticar e incluso tratamos de sabotear el comportamiento y pensamiento de quien no comparte las mismas ideas y creencias que nosotros, escudándonos tras el falaz argumento de que lo hacemos por el bienestar de aquel o aquella; incluso pecamos de megalómanos al pensarnos diferentes y especiales; tanto, que en algún punto de nuestras vidas nos atrevemos a afirmar que nuestro comportamiento es el menos irracional, el único válido y por tanto, el que se tiene que reproducir.
Nos negamos a escuchar un contra-argumento, al mismo tiempo que actuamos sin explicación y sin justificación, sin razón y sin emoción, incluso sin convicción; calificamos esas mismas acciones en otras personas y formamos juicios sin conocer ni reconocer.
La importancia de los errores no radica en lo mayúsculos o insignificantes que estos sean, sino en la capacidad de entenderlos, aceptarlos y redimirlos -solo si así se desea-, pues al final cada quien conoce su verdad y tal vez, sólo tal vez, sólo seamos unos seres humanos podridos tratando de interpretar papeles de buenas personas.
Comments